Entrevista a Andrés Vázquez, médico gerontólogo clínico.
Especialista Universitario en Cuidados Paliativos.

De toda su trayectoria profesional, ¿Qué es lo que más destaca y con lo que más disfrutó?

Desde 1985 mi trabajó se centró en el área de toma de decisiones, en el desarrollo de servicios y Equipamientos dentro del ámbito de la atención a las personas mayores; y en Geriatría y Gerontología aplicada en sistemas comunitarios. A esto me dediqué durante 35 años y es dónde más disfruté y en lo que más me involucré.

Cuando empecé a desarrollar esta labor, era un buen momento para los servicios de atención porque se estaba produciendo un cambio en España, en la atención integral, y eso hizo mucho más interesante mi trabajo. Además, a mí me gusta mucho el contacto con las personas, en general, y esos años conjugué la labor de gestor con la atención a personas mayores con diversas enfermedades asociadas.

 

¿Cómo se plantea el futuro?

Después de 35 años gestionando sistemas comunitarios dirigidos a las personas mayores con dependencia y también al entorno familiar, ves que vas cumpliendo años y que todo ese proceso que enseñabas y aprendías, va apareciendo también en tu vida.

De repente te conviertes en una persona cuidadora de un familiar y empiezas a ver la vida desde el otro lado del río. Y todo lo que yo contaba y enseñaba lo fui experimentando día a día en mi vida personal. Eso, te hace darte cuenta de que tú también estás en ese proceso, tanto de cuidador, como en la edad adulta. Han pasado los años y aunque conserve el espíritu joven, sé que soy un adulto mayor.

¿Qué valoración hace de la atención a las personas mayores en España? ¿En qué momento estamos y qué falta?

Es una pregunta complicada de responder sin meterme en algún ‘laberinto’.  La sociedad debería cambiar su actitud hacia la edad y hacia las necesidades de un grupo muy nutrido, porque ya hay cerca de 10 millones de personas de más de 65 años y tienen una serie de necesidades; pero además, vendrán otras en el futuro, y no soy positivo respecto a la respuesta que se va a dar a esas necesidades. Estoy hablando de coordinación sociosanitaria. El 18 de febrero de 1998 salió un decreto que establecía la estructura orgánica de la Consellería de Sanidad en Galicia, con una subdirección de coordinación sociosanitaria. Y era un buen momento, porque teníamos herramientas de trabajo que nos podían conducir a mejorar la gestión en relación con las personas mayores, pero eso quedó paralizado.

A nivel estatal, ya se hablaba en el año 1993 de un conjunto de elementos para coordinar la atención social y sanitaria. Sin embargo, estamos en el año 2021 y seguimos sin integrar esos dos servicios y sin darnos cuenta que, sobre todo los sanitarios, deben integrarse dentro del sistema de atención comunitaria.

Mientras parcelemos todos los sistemas sanitarios y los mantengamos fuera del contexto de la comunidad, la atención Primaria seguirá debilitada y la atención hospitalaria seguirá en el hospital, lejos, fuera de la comunidad.

Esta visión globalizadora de que todos los sistemas públicos pertenecen a la comunidad y deberían estar incluidos en ella,  es algo en lo que hemos avanzado muy poco. Esto se ha puesto de manifiesto cuando llegó la crisis que acabamos de pasar con la Covid-19, la atención falló. No podemos saber si con una buena integración y coordinación entre los servicios sociales y los sanitarios la pandemia habría tenido un efecto menos grave, pero sí se habría reaccionado antes y mejor. El desarrollo de la atención comunitaria nos proporcionaría resortes para que las personas que vivimos en comunidad resistiéramos mucho mejor el impacto de la Covid. Por el contrario, la descoordinación, esa falta de integración de los servicios, causó dos efectos muy importantes: el primero, el gran desgaste profesional de los servicios sanitarios, que se sintieron solos delante de una gran pandemia; y el segundo, la falta de reacción de los servicios sociales que se pusieron en marcha como pudieron. Pero lo más grave fue que en medio de todo esto han estado las personas que sufrieron las consecuencias de esa falta de integración sanitaria dentro de las comunidades sociales.

Por otro lado, las residencias, que también son comunidades, integradas dentro de otra más grande, cuidan a las personas, pero no curan a las personas. Y, no ahora, si no desde 1985, la sanidad ha estado  muy alejada de la realidad de las residencias, donde había personas que necesitaban atención y servicios sanitarios. Hay que señalar, que sí ha habido coordinación con las farmacias, y algunos aspectos de coordinación en atención psiquiátrica, pero poco más.

Dicho esto, es cierto que la expectativa de vida ha aumentado mucho en los últimos años y eso es gracias al avance de los servicios sanitarios y los programas de salud, pero falta ese punto en el que la sanidad está al servicio de la comunidad y viceversa.

Y en cuanto al cambio de modelo, considero fundamentales dos cuestiones. La primera, hay que olvidarse del concepto de ratio de personal, lo que se necesitan son personas que cuiden a otras personas,  los mayores que están en los centros, pero no se puede estar pendiente de una cifra. Lo que se necesitan son profesionales y que estén implicados en el cuidado.

Y, la segunda es que se necesita mucha inversión. No habrá ningún cambio de modelo sin una inversión muy grande. Si no hay presupuesto no habrá ningún cambio ni transición.

 

¿Cree que las residencias han sido injustamente tratadas en esta crisis?

Bueno, yo creo que la pandemia nos pilló sin saber qué hacer, nadie sabía cómo reaccionar, nos enfrentábamos a un virus desconocido con consecuencias inciertas. Pero, como ya apunté,  también se intervino muy tarde por parte de las administraciones públicas responsables, no se coordinaron bien los servicios para dar cobertura a las residencias, y se ha sometido a las personas mayores que estaban institucionalizadas a un absoluto desprecio por parte de los sistemas sanitarios. Las residencias, reitero, no son hospitales, requerían del soporte sanitario, porque había patologías crónicas que producían dependencia y necesitaban una atención específica. Tampoco son centros de aislamiento de Covid ni centros de tratamiento de enfermedades infecciosas. Y los servicios sanitarios tardaron mucho en responder.

Hace mucho tiempo que pedimos centros intermedios, de crónicos. Estos deberían estar implantados desde hace 20 años y no lo están; esos centros podrían haber resultado efectivos para aislar y tratar a los usuarios de residencias positivos en Covid.

Hubo una discriminación por edad muy grande que llevó a la muerte a muchas personas mayores en condiciones muy tristes. Si esto hubiera pasado en cualquier otra edad, todas las estructuras sociales se habrían implicado para tratar de salvar la situación. Pero, cuando no prevés estas crisis ni propones ninguna alternativa comunitaria, el resultado es que, después de un año y medio, todo sigue igual. No hemos aprendido nada y seguimos cayendo en los mismos errores. Seguimos apagando fuegos, cada uno en su parcela, intentando hacerlo lo mejor posible, pero cada uno por su lado, no hay coordinación entre servicios.

 

¿La soledad es un problema social?

Este es un tema del que se lleva hablando tiempo. Las personas que se quedan solas, o que no tienen facilidad de movilidad, la dispersión geográfica, el abandono del rural por parte de las administraciones,… etcétera. Todo está haciendo que la soledad emerja como un gran problema social. Y no es tan difícil de solventar. Por poner un ejemplo, en el barrio del Calvario, donde vivo en Vigo, la peatonalización de toda la zona ha provocado que la gente se sienta menos sola. Las organizaciones de base, como las de vecinos, las culturales, los centros sociales, han logrado que la gente se socialice e interactúe.

Ahora hay varios proyectos para impulsar ‘ciudades amables’. Yo reivindicaría, que el entorno fuera amable conmigo, que hubiese una buena comunidad, que los sistemas de gestión comunitaria funcionara bien, que los trabajadores sociales tuviesen suficientes recursos para desarrollar su trabajo, que hubiese seguridad cívica y económica…

Y no solo la soledad es un problema, la discriminación por edad es otra barrera a derribar. Hay que hacer un cambio de definiciones, no somos viejos ni tercera edad, somos adultos mayores, necesitamos espacios seguros y amables donde vivir.

Autora: Cristina Villanueva