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Miguel Angel Vázquez Vázquez, presidente de la SGXX

En el seminario se reunieron profesionales de reconocido prestigio de todo el mundo

 

 

 

 

 

 

(Víctor Sariego, 17.1.2016).- Falta de coordinación entre los diferentes niveles asistenciales, dificultades en los sistemas sociosanitarios, rigidez en las carteras de servicios y accesos muy burocratizados, una normativa en la seguridad que habitualmente está por encima de la libertad y de la calidad de vida de la persona usuaria son deficiencias en la prestación del servicio y clara falta de calidad de la atención. Todo ello avala la necesidad de un cambio en el sistema de atención geriátrica y residencial en la que prime la persona sobre las tareas, el modelo asistencial sobre los cuidados y no solo el bienestar físico sino también el psicoemocional: el modelo de Atención Centrada en la Persona (ACP).

Así lo puso en evidencia en Chile en el seminario internacional “La Dependencia y Apoyo a los Cuidados, un Asunto de Derechos Humanos” Miguel Ángel Vázquez Vázquez, doctor especialista en Geriatría, asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la ONU, presidente de la Sociedad Gallega de Gerontología y Geriatría (SGXX).

Organizado por la Dirección Sociocultural de la Presidencia y la Fundación de las Familias en el Centro Cultural Palacio de La Moneda de la capital chilena, contó con la presencia de 40 expertos nacionales e internacionales en geriatría y gerontología. Vázquez presentó allí la ponencia “La Atención Centrada en la Persona. Los retos del modelo para los servicios de apoyo a la dependencia” donde se describe la ACP que, según recordó, ya la ha definido en 2012 una de sus máximas teóricas y defensoras, la presidenta de la Fundación Pilares, Pilar Rodríguez, como un modelo que “promueve el cambio de paradigma en todos los ámbitos de la calidad de vida y el bienestar de las personas, partiendo del respeto pleno a su dignidad y derechos, de sus intereses y preferencias y contando con su participación efectiva”.

Como matiza Vázquez, la ACP parte de la Atención Integral que contempla de manera holística todos los ámbitos que nos constituyen como personas y las necesidades ajenas a los mismos y cambia el objetivo de “curar” por el de cuidar a largo plazo y de aquí al “apoyo” como nuevo enfoque.

Así, la Atención Centrada en la Persona (ACP) promueve que “quien la reciba sea capaz, mediante los apoyos precisos, de ver minimizada su fragilidad, discapacidad o dependencia” comenta y, al mismo tiempo, “desarrolle al máximo su autonomía personal y su independencia funcional para favorecer el desenvolvimiento en las actividades cotidianas, controlando además su propio proyecto de vida, en definitiva, proseguir su ciclo vital”.

De hecho, una de las principales herramientas de la ACP es la “historia de vida” donde la propia persona diseña el relato de su vivir cotidiano. Es por tanto un proceso de revisión y construcción de la propia persona mayor en la que se da un paso más, porque se apoya la reconstrucción de su vida, al integrar recuerdos, emociones y significados.

Se plantea, subraya este experto, “como un documento abierto que podemos ir complementando, añadiendo información en diferentes momentos y haciendo que fluya de manera natural”. Es el instrumento básico, añade, “donde recogemos las valoraciones, informaciones personales, objetivos, ideas, propuestas de intervención, apoyos personalizados y recomendaciones para que la persona adquiera el mayor grado de autogestión sobre su vida”.

Y es también un instrumento dinámico, indica, que “propicia el diálogo entre la persona usuaria, la familia, los allegados y los profesionales. Una hoja de ruta consensuada para atender necesidades y apoyar el proyecto de vida de cada persona desde el impulso de su autonomía”.

Diferencias entre modelos

Vázquez aclaró que existen diferencias entre el modelo de atención tradicional y la ACP: el primero “se centra en los déficit y necesidades pues tiende a etiquetar e intervenir como micronivel, es decir, se fija en conductas determinadas y patologías. Así las decisiones dependen fundamentalmente de los profesionales”.

Este modelo tradicional, prosigue, “distancia a las personas enfatizando sus diferencias, planea su vida con un número limitado de opciones, se centra en cubrir las plazas que ofrece un servicio, confía en equipos estándares interdisciplinares, delega el trabajo en los que trabajan directamente, organiza reuniones para los profesionales y responde a las necesidades basándose en la descripción de los puestos de trabajo”.

Por otra parte, con este sistema “los servicios no responden a las necesidades individuales” prosigue, “se limitan a un menú fijado previamente, mantiene los intereses profesionales, las nuevas iniciativas solo valen si pueden implantarse a gran escala y maneja un lenguaje clínico y con tecnicismos”.

Por el contrario, explicó el presidente de la SGXX, la ACP “sitúa su foco en las capacidades y habilidades de la persona, su intervención es de macronivel (plan de vida), comparte decisiones con usuarios, amigos, familia y profesionales y tiene a la gente en cuenta dentro de su comunidad y de su entorno habitual”.

Así, la ACP, asegura, “acerca a la gente descubriendo experiencias comunes; esboza un estilo de vida deseable, con un ilimitado número de experiencias deseables; se centra en la calidad de vida; crea equipos de programas centrados en la persona para solucionar los problemas que vayan surgiendo y responsabilizan a los que trabajan directamente para tomar buenas decisiones”.

Este modelo, afirma, “genera acciones en la comunidad para incluir usuarios, familia y trabajadores, responde a las necesidades basándose en responsabilidades compartidas y el compromiso personal y en él “los servicios pueden adaptarse y responder a las personas y los recursos distribuirse para servir a los intereses de la gente”.

Durante la prestación del servicio, destaca Vázquez, las diferencias de la ACP también son cosa de los profesionales e instituciones que la aplican y se debe hacer correctamente. ¿Cómo? Él da las claves: “antes de la prestación del servicio se debe conocer la situación de la persona y de su familia; facilitar su expresión de sentimientos; dar información sobre el servicio; presentar al equipo; visitar y conocer bien el servicio; conocer a otras personas usuarias y planificar cuándo y cómo iniciar la asistencia”.

Por último, como concluyó, “hay que procurar una acogida empática por parte del profesional hacia la persona mayor y su familia, respetar sus primeras expresiones, reacciones y ritmos, proponer la incorporación integral de la persona de una forma paulatina y no invasiva, hacerle sentir bien, en confianza y reconociendo que está ante personas que se preocupan por ella como persona y usuaria”.

 

 

 

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