en Actividades e Congresos

Mónica Roqué, Trinidad Viña, Marina Martins, José Manuel Pazos

Mesa de debate sobre los recursos socio sanitarios para personas mayores

Mónica Roqué

Público asistente al Congreso en esta mesa de debate

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La doctora y directora del Centro de Estudios sobre Derechos Humanos de las Personas Mayores de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social del Cono Sur, Mónica Roqué protagonizó este fin de semana en el XXVIII Congreso Internacional de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría (SGXX) de Lugo, una de las ponencias que mayor expectación y debate generó, hasta el punto de motivar en la SGXX el planteamiento en el futuro de unas jornadas temáticas específicas como el de Discriminación de Género en la Mujer Mayor.

En su ponencia, Perspectiva de género en los programas socio-sanitarios para personas mayores, Roqué, explica que “vivimos en un mundo envejecido, donde la expectativa de vida ha aumentado significativamente en los últimos 50 años y con un crecimiento acelerado de la población mundial como fenómeno reciente”. En concreto la población mundial supera los siete mil millones de habitantes, de los que cerca de mil millones tienen más de 60 años.

En ese contexto, matiza, “la feminización de la población de personas mayores es un hecho a nivel mundial: en todos los países, las mujeres viven más que los hombres, y en alguno de ellos con mucha diferencia de tiempo”. Por ejemplo, en 2007 había en el mundo 593 millones de personas mayores de 60 años: 265 millones de hombres frente a 328 millones de mujeres, es decir, 65 millones más.

Así, subraya, la brecha femenina se ensancha a medida que la población envejece y presenta un proceso de envejecimiento interno, donde es mucho más acelerado el crecimiento de las mujeres mayores de 75 años que las de de 60 a 75.

El envejecimiento femenino merece especial análisis por sus profundas repercusiones: la edad multiplica y grava la discriminación en la mujer. “La desigualdad por condiciones de género debe ser un tema de reflexión para los que trabajan con políticas públicas, añade”.

Teniendo en cuenta que las mujeres “se encuentran en desventaja frente a los varones” afirma, es de esperar que en la vejez estas desventajas o se mantengan o aumenten. Y la teoría de Roqué es que aumentan, basándose, entre otros criterios en la naturaleza y situación de los cuidados, la salud femenina, la propia situación civil que vivan, el trabajo y la jubilación que tengan y la autonomía de que puedan disponer o no en la vejez. Por eso reclama que los servicios sanitarios para las personas mayores se conviertan en un derecho real y reconocido.

De esta manera y por ejemplo, en cuanto a quién realiza los cuidados en el hogar, el informe de la OMS Las mujeres y la salud: los datos de hoy, la agenda de mañana del 2009 revela que hasta un 80 por ciento de todos los cuidados de salud son prestados en el hogar, casi siempre por mujeres. “La mayor parte de ese trabajo no recibe apoyo, no se reconoce y no está remunerado. Por ello se deben generar servicios sociales que tengan en cuenta esta desigualdad y que incluyan los servicios de ayuda a domicilio, de centros de día, de programas de adaptación a la vivienda, alternativa de alojamiento y servicios socio-sanitarios” expone Roqué. “También la protección de los derechos económicos, del derecho a la seguridad social y del derecho a la salud de las mujeres que prestan los cuidados familiares o informales”.

Marginación de las personas mayores

En su ponencia, esta experta expone que en la actualidad, la mala salud, los estereotipos negativos y los obstáculos a la participación de todos son elementos que contribuyen a marginar a las personas mayores, socavan su contribución a la sociedad e incrementan el costo del envejecimiento demográfico. “Invertir en cuidados y servicios sociosanitarios disminuye la carga de morbilidad, ayuda a prevenir el aislamiento y aporta grandes beneficios a la sociedad, pues permite mantener la independencia y la productividad de las personas mayores” dice. “Las sociedades crean relaciones de desigualdad y las políticas pueden combatirlas o sustentarlas. Nuestro objetivo deberá generar   las políticas de inclusión, igualdad y equidad de género para las mujeres mayores”.

En cuanto a salud, alega que “aunque las mujeres viven más años que los varones lo hacen con más discapacidad y mayor cantidad de patologías crónicas”. Según un estudio de Maria Victoria Zunzunegui, de la Universidad de Montreal existe una relación entre el primer parto y la aparición de enfermedades crónicas en la vejez, así como también el número de hijos. El estudio dice que si una mujer pare un hijo antes de los 18 años tiene mayores posibilidades de presentar hipertensión arterial, diabetes, enfermedades crónicas respiratorias, entre otras. Y parecido ocurre con las que han tenido más de tres hijos.

Por eso se puede pensar que la salud de las mujeres mayores es consecuencia también de las escasas o malas políticas de sexualidad responsable y de la prevención del embarazo precoz.

Hoy en los países en desarrollo dan a luz a diario unas 20.000 niñas menores de 18 años. La tasa media de fecundidad adolescente en el mundo se estima en 49,7 por mil. “Una cifra preocupante” indica Roqué, “porque estas niñas, al ser madres, pierden oportunidades de estudiar en casi todos los casos, corren más riesgo de pobreza y de sufrir enfermedades de parto y puerperio, de trasmisión sexual y muertes maternas. Por ello resultan fundamentales las campañas y acciones de anticoncepción y de educación sexual en las mujeres jóvenes para evitar los efectos nocivos del embarazo adolescente en la salud durante toda la vida”.

En concreto las enfermedades crónicas, en especial las cardiovasculares y la EPOC, son la causa del 45 por ciento de las muertes de mujeres de 60 años o más. Otro 15 por ciento de esas muertes se debe al cáncer, sobre todo de mama, pulmón y colon. La mayoría de los problemas de salud de las mujeres de edad avanzada están relacionados con factores de riesgo que aparecen en la adolescencia y la edad adulta, como el consumo de tabaco, el sedentarismo y las dietas inadecuadas.

Otras patologías que presentan son la artritis, la depresión y la demencia. “A pesar que las patologías cardiovasculares son la principal causa de muerte y que están relacionadas con le hipertensión arterial” añade la doctora, “según la OMS, solo el 4 por ciento de las personas adultas y el 14 por ciento de las personas mayores recibe tratamiento antihipertensivo eficaz en los países de ingresos bajos y medianos”.

El estado civil también influye en la calidad de envejecimiento de las mujeres, según Roqué que argumenta que estas “tienen más probabilidades de quedarse viudas en la vejez que los varones dada su mayor su esperanza de vida. De hecho, muchas esperan la viudez como una parte normal de su vida adulta”. En promedio, prosigue, “pueden esperar pasar 5-15 años como viudas. Así pues, pasan muchos años de vida solas. Al estar solas en la vejez ya sea por estar divorciada, soltera o viuda, entran en situación de vulnerabilidad”. A la hora de tener que cuidar por cuestiones de discapacidad o fragilidad a una persona mayor, la principal fuente de cuidados es la familia y el primero en cuidar es el cónyuge sea este varón o mujer. Por eso si las mujeres envejecen con mayor discapacidad y enfermedades crónicas, y a la hora de necesitar cuidados sin pareja, la situación empeora. “Los varones cuando enviudan o se divorcian rápidamente vuelven a formar pareja, las mujeres difícilmente. Las políticas para las mujeres mayores deben apoyarse en programas de apoyo y cuidado domiciliarios para contribuir a que las mujeres mayores puedan envejecer en sus casas” prosigue.

En relación a su trabajo y jubilación, se refleja en esta ponencia, “la mayoría de las mujeres empleadas trabajan en oficios de menor categoría, menos remuneradas y con pocas oportunidades de progreso y prosperidad”. “Las mujeres trabajan más que los varones y a expensas de la actividad no remunerada. Estos trabajos dan lugar a pensiones reducidas o ninguna. De hecho las mujeres cobran un 25 por ciento menos de sueldo que los varones y esta desigualdad de género en diversos aspectos del mercado de trabajo contribuyen a las diferencias salariales y las de las futuras pensiones”.

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